Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará.
Hicimos una comparación la semana pasada entre la mujer de capítulo 4 y estos hombres. Pero hay diferencias claves también. El Señor Jesús dijo a la mujer Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le pedirías, y él te daría agua viva.
Ella, después de algunas preguntas, le dice a Jesús Señor, dame esa agua…
Había en ella todavía bastante falta de entendimiento, pero por lo menos entendía y creía lo que Jesús dijo él te daría agua viva.
A estos vida eterna… la cual el Hijo del Hombre os dará.
Ellos responden ¿Qué debemos hacer?
No había en ellos el corazón que reconoce que Dios da y nosotros recibimos, pues no tenemos nada que dar y no podemos hacer nada tampoco para agradar a Dios. La situación es lo mismo que vimos a través del evangelio de Lucas, donde el tema era el contraste entre “los dignos” y “los indignos.” Se expresa diferente en nuestro evangelio de Juan, pero la realidad es lo mismo; el hombre es muerto en sus transgresiones y pecados, y necesita la vida nueva, nacer de nuevo del Espíritu Santo. Como muerto, es incapaz de hacer algo. Tiene que recibir el don ofrecido.
Jesús les dice Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado.
La fe en Jesús es el principio de la obra de Dios. Pero, faltando ellos la fe, otra vez profesan que hace falta una señal. Y por ellos, lo que está en sus mentes es el pan diario que recibían en el desierto con Moisés hace tantos años. ¡Que transparente eran sus deseos carnales! La vida eterna ofrecida, al momento, no es su preocupación. Enfocan precisamente en el pan de cada día. Jesús responde Mi Padre os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo.
Así se entiende que Jesucristo habla de si mismo, como una persona eterna, el don de Dios Padre, descendido del cielo. Y así se revela el motivo de la venida de esta persona divina al pobre mundo muerto en pecados, para dar vida al mundo.
Por fin parece que ellos se dan cuenta que no van a volver a recibir el maná ni pan normal que ayer comieron. Dicen lo correcto Señor, danos siempre este pan.
Si eran sinceros o no, no sabemos. Mas tarde, veremos la división entre los judíos acerca de Jesús. Del capítulo 7:26 ¿Habrán reconocido en verdad los gobernantes que éste es el Cristo?
Y del mismo capítulo verso 31; Y muchos de la multitud creyeron en él, y decían: El Cristo, cuando venga, ¿hará más señales que las que éste hace?
El verso 41 de capítulo 7; Otros decían: Este es el Cristo.
Avanzando al capítulo 8:30 Hablando él estas cosas, muchos creyeron en él.
En el capítulo 10 vemos el resultado del testimonio del ciego de capítulo 9. Decían otros: Estas palabras no son de endemoniado. ¿Puede acaso el demonio abrir los ojos de los ciegos?
Así vemos que Dios tenia sus escogidos de entre la nación de Israel que según Pablo hablando de la resurrección de Cristo y sus testigos eran varios; Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez.
1 Corintios 15:6 Pero volviendo a nuestro capítulo 6 de Juan, leemos otro versículo clave que nos ayuda entender esta cosa de la elección, sobre la cual muchos han tropezado e intentado explicar de una forma que puede aceptar la mente humana. Luchamos entender estas dos cosas que van paralelos en la Biblia; la responsabilidad del hombre y la soberanía de Dios. No se puede reconciliar, pero creo que este verso nos la explica, el 37 de nuestro capítulo. Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera.
La verdad que aprendemos es que, si no fuéramos el don del Padre al Hijo, no vendríamos. Pero felizmente podemos predicar el evangelio de la segunda parte del verso al que a mi viene, no le echo fuera.
Nadie puede decir “no puedo venir pues no he sido elegido.” No, es responsable creer y venir a Cristo, recibirlo como su salvador y el verso nos dice que es prometido el que viene la bienvenida. Y todo aquel que viene, es recibido, y después se da cuenta que es un regalo del Padre al Hijo desde antes de la fundación del mundo.
¡Como nos establece en la adoración esta verdad preciosa! Mejor es no luchar en contra; no trabajar de convencernos lo contrario por no entender, o sea, no poder reconciliar las dos cosas del hombre responsable y Dios omnisciente. Nosotros podemos adorar, dándonos cuenta de la vida eterna, don de Dios, y la fe salvadora, también don de Dios según Efesios 2:8. Además, que seguridad nos da las palabras de Jesús en este capítulo 6 de Juan Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero.
¡No pierda nada! ¡Ni tú, amado creyente en Jesús, ni yo vamos a ser al último perdido! ¿No nos conviene la adoración?
7 mayo de 2023