Porque el Padre a nadie juzga, sino que todo el juicio dio al Hijo, para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que le envió.
La semana pasada mencionamos los testigos de Jehová, que pretenden honrar a Jehová, pero no honran al Hijo de Dios como Dios manifestado en la carne. Como toda religión falsa, ponen a Jesús a un nivel más bajo de Dios, o como los musulmanes, lo ponen a nivel de un profeta, un profeta menos importante que su profeta de ellos, Mahoma o Buda o quien sea. Pero el que fue enviado a esta tierra, del mismo seno del Padre es Jesús, Hijo de Dios, y ningún otro. Sus hechos del Hijo, sus pensamientos, su todo era en perfecta comunión con el Padre. Respondió entonces Jesús, y les dijo: De cierto, de cierto os digo: No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente.
Así otra vez vemos como el evangelista Juan, más que todos los otros evangelistas, enfoca en quien era Jesús, todo hombre y Dios a la vez.
En el capítulo tres, leemos las palabras, quizás de Juan Bautista, pero más probable por Juan el evangelista, inspirado por el Espíritu Santo El Padre ama al Hijo, y todas las cosas ha entregado en su mano.
Juan 3:35 En nuestro capítulo Jesús mismo otra vez dice las palabras Porque el Padre ama al Hijo, y le muestra todas las cosas que él hace.
Completamente en comunión con su Padre, Jesús es el que da vida a los muertos en pecados, como había enseñado al líder Nicodemo en el capítulo 3. Y mayores obras que estas le mostrará, de modo que vosotros os maravilléis.
Veremos más milagros en nuestro evangelio, pero a lo mejor, por el contexto de nuestro capítulo el Señor Jesús refiere aquí a su resurrección de los muertos después del sufrimiento por la expiación del pecado. En el capítulo 2, los judíos pidieron una señal de Jesús diciendo ¿Qué señal nos muestras, ya que haces esto?
La respuesta de Jesús no era de las muchas cosas milagrosas que iban a suceder en el transcurso de su ministerio, viva representación de su poder y su persona, sino de su muerte a mano de ellos mismos, y su resurrección de los muertos. Respondió Jesús y les dijo: Destruid este templo, y en tres días lo levantaré... él hablaba del templo de su cuerpo. Por tanto, cuando resucitó de entre los muertos, sus discípulos se acordaron que había dicho esto.
Esto se nota también destacado en Juan 10, el capítulo acerca del Buen Pastor de las ovejas. Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre.
Juan 10:17-18
Pero también notamos como Jesús, según el capítulo 1 de Juan, es el que es Vida. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
Así el tema sigue que Jesús da vida a los muertos en sus pecados, pero también va a resucitar de los muertos a los perdidos con fin de ejecutar juicio eternal sobre ellos. Todo el juicio dio al Hijo… y también le dio autoridad de hacer juicio, por cuanto es el Hijo del Hombre.
Me hace recordar de la historia, contado por un hermano ya con el Señor que era abogado, de un malvado que atacó de noche a una casa donde dormía un hombre con su esposa e hijas. Entró por fuerza en la casa, abusaba a la esposa e hijas después de amarar al hombre, robaba sus pertenencias y los amenazaba con muerte si llamara a la policía. Se fue, el hombre se pudo soltar, llamó a la policía y dentro de poco tiempo capturaron al malvado. El hombre insistía en su inocencia, y fue llevado ante el juez, protestando que no era el culpable. Pero cuando vino ante el juez, dejaba de protestar su inocencia, viendo que el juez era el mismo hombre a quien había atacado, robado, y maltratado. El juez humano se vio obligado a recusarse del caso, pues así es en los casos de los hombres. Pero no será así en el día de juicio; el mismo hombre maltratado, crucificado por manos crueles de los hombres, va a ser el mismo Juez justo.
Encontramos, en medio de este discurso, el versículo que ha sido usado en el evangelio tantas veces, y aquí lo quiero usar otra vez para dar certeza de vida eterna a mis lectores, pensando que todos o casi todos ya tienen fe en el Señor Jesús como su Salvador. De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida.
Vemos en este precioso verso la promesa no vendrá a condenación.
¿Dónde se encuentra en este versículo la posibilidad de volver a ser condenado, después de tener la vida eterna? Los que predican “la inseguridad eterna” tienen que contradecir este versículo. Tenemos vida, vida del carácter espiritual que es eterna. La vida natural es algo que aun los científicos más sabios no entienden pues a pesar de todos sus esfuerzos, no lo pueden producir, como tampoco los magos de Faraón hace tantos años. Así la vida espiritual, dado por el Hijo a través de Espíritu Santo no es entendible, pero es la promesa de no perderse jamás. Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano.
Juan 10:27-28 ¡Que nos encontremos hoy, en loor y alabanza por su grande amor y gracia!
16 abril de 2023