En el capítulo anterior vimos la gran necesidad de la mujer con una sed no saciada por el pozo de Jacobo y la necesidad del oficio del rey, con su hijo muriendo. En el capítulo de hoy tenemos un hombre con una condición por largo tiempo, 38 años, esperando algo imposible; entrar en el estanque, siendo paralizado. La escena sirve como ilustración de la ley y los cinco pórticos quizás como los cinco libros de Moisés. ¿Cómo iba un hombre paralizado poder entrar primero en el agua en su condición? ¡Pero, tanta gente allí esperando mientras el hijo de Dios, caminando justo en medio de ellos, con todo poder en su mano a curar a todos y prefieren esperar el estanque! Y así es hoy en día; el hombre natural prefiere la ley en vez de la gracia, que revela al ser humano incapaz de pasar por los cinco pórticos de la ley para llegar a su promesa al obediente.
Se nota las palabras del paralitico de su condición sin esperanza no tengo quien me meta en el estanque cuando se agita el agua…
Rodeado con otros en la misma condición, no había quien lo podía ayudar. Lo necesario era que viniera uno sano y santo, y por la gracia, tal persona, hijo de Dios, se presentaba a aquel hombre en el mismo día. Jesús le dijo: Levántate, toma tu lecho, y anda. Y al instante aquel hombre fue sanado, y tomó su lecho, y anduvo.
Que gran diferencia se nota entre la ley y la gracia. Al instante
el hombre podía ambos caminar y llevar consigo lo que antes era su prisión. Vemos el ejemplo de la libertad dado por la gracia.
Me hace pensar de un libro que leí recién de un pobre hombre, suelto de una prisión de los japoneses al fin de la segunda guerra mundial, estaba lleno de amargura y venganza, contra los le habían tratado con demasiada crueldad. Con ganas de regresar a Japón a buscar y matar a su perseguidor, se entregaba al alcohol para escapar sus pesadillas de noche y estaba cayendo mas y mas para abajo. Su esposa, ya estresada por el comportamiento de su marido pensaba divorciarlo, pero fue invitada a escuchar la predicación del evangelio por Billy Graham. Ella, por haber aceptado al Señor Jesús como su salvador, sabia de inmediato que esto era lo necesario por su marido, y con mucha energía empujaba a su marido acompañarla a escuchar la predicación. El no quiso ir y la primera vez que por fin fue, se puso enfadado al escuchar que era un pecador. Pensaba “los malos son los que me trataban tan mal, no yo.” Pero por fin, por insistencia de su esposa volvió la segunda vez y encontró la salvación gratuita del Señor Jesús. Por decirlo así, se levantó al instante, dejó su alcohol, cesaron sus pesadillas, y cuando regresó a Japón era para buscar a sus perseguidores y decirlos de Cristo su salvador. Pasaba el resto de su vida haciendo igual que este hombre de nuestro capítulo El hombre se fue, y dio aviso a los judíos, que Jesús era el que le había sanado.
Pero se nota de una vez la dureza de corazón de los judíos. Cuando ven al hombre caminando, llevando su lecho, quieren ponerlo de nuevo debajo de la ley, la misma ley que impedía su curación. Es día de reposo; no te es lícito llevar tu lecho.
El hombre se da cuenta que la autoridad de aquel, que aún no conocía, era mayor que la autoridad de la ley. Se nota también que los legalistas no se interesan en su curación para nada, sino solo preguntan quién era que le dijo que llevara su lecho. Leemos en Gálatas 3:12 la ley no es de fe.
Podemos decir además que la ley no es de amor. No había en ellos una preocupación por la condición desesperada en que antes estaba el hombre. No, en vez de eso, buscan como matar a Jesús.
Vemos con que autoridad el Señor dejó a un lado las demandas del sábado. Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo.
Puesto que la creación había sido invadida por el pecado, su Padre estaba trabajando sin descansar, y él estaba trabajando en comunión con su Padre, y no guardando el sábado como vinculado con ellos. No puede haber descanso en un mundo lleno de pecado y solo puede haber descanso como aquel hombre Luis Zamperini (el mencionado arriba) encontró, el perdón de sus pecados por creer en el Señor Jesucristo.
El resultado con los judíos era el mayor odio y deseo de matarlo. Por esto los judíos aún más procuraban matarle, porque no sólo quebrantaba el día de reposo, sino que también decía que Dios era su propio Padre, haciéndose igual a Dios.
Los testigos de Jehová dicen que Jesús no se proclamaba igual a Dios, pero lo que ellos rehúsan confesar, sus antagonistas judías si se daban cuenta de la verdad de lo que decía; decir que Dios era su Padre era hacerse igual a Dios. Y si había sido una blasfemia, si no fuera cierto. Pero, ¡gloria sea a Dios! Era y es cierto que Jesús es hijo de Dios e igual a Dios lo cual es todo el intento de nuestro evangelio según Juan 20:31 Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre.
9 abril de 2023