“La ciudad era espaciosa y grande, pero poco pueblo dentro de ella, y no había casas reedificadas.” Nehemías 7:4 “Y habitaron los príncipes del pueblo en Jerusalén; mas el resto del pueblo echó suertes para traer uno de diez que morase en Jerusalén, ciudad santa, y las nueve partes en las otras ciudades.” Parece algo raro este sentimiento de morar en otro lugar, otra ciudad menos Jerusalén, siendo que había espacio por muchos, acaso por todos. Leemos en el Salmo 122 “Yo me alegré con los que me decían: A la casa de Jehová iremos. Nuestros pies estuvieron en tus puertas, oh Jerusalén; Jerusalén, que se ha edificado como una ciudad que está bien unida entre sí. Y allá subieron las tribus, las tribus de Jah, conforme al testimonio dado á Israel, para alabar el nombre de Jehová.” Pienso que no era tan fácil vivir en Jerusalén por motivo de varias cosas, acaso sobre todo que las puertas estaban controladas y ellos no podían salir y entrar a su gusto. Además, sus campos y animales estaban en otros sitios y era más lejos salir a trabajar en vez de vivir cerca donde estaba su fuente de ingreso.
Espero que me puedan perdonar si hablo un poco directo acerca de la asamblea, y el privilegio de congregarse solo al nombre del Señor Jesucristo. Es un privilegio, pero también una responsabilidad que trae consigo ciertos “inconvenientes” podemos decir. Conozco varios que han decidido morar lejos de cualquier asamblea, con fin de mejor ganancia económica o acaso para buscar una educación mejor. Simplemente hago la pregunta ¿vale la pena, mi amigo? ¿Ausentarse por meses o años enteros de la mesa del Señor, no haciendo una de las pocas cosas que el Señor nos pidió que hiciésemos “haced esto en memoria de mi”? A veces hay cosas que vienen que nosotros no podemos controlar, como por ejemplo Daniel, que fue llevado cautivo lejos de Jerusalén, y nunca pudo regresar. Pero su corazón y su oración eran siempre hacia la amada ciudad. “Y Daniel… entró en su casa, y abiertas las ventanas de su cámara que daban hacia Jerusalén, se arrodillaba tres veces al día, y oraba y daba gracias delante de su Dios.” Daniel 6:10 En el Salmo 137, los cautivos dijeron tristes “Junto a los ríos de Babilonia, allí nos sentábamos, y aun llorábamos, acordándonos de Sion… Si me olvidare de ti, oh Jerusalén, pierda mi diestra su destreza. Mi lengua se pegue a mi paladar, si de ti no me acordare.” O amados, no es mi deseo hacer reglas, sino llamar al corazón de cada uno que tengamos en cuenta lo que el Señor hizo por nosotros. No es mucho lo que el pide de nosotros. ¿Cómo puede ser recompensa cualquier beneficio humano que podamos ganar por morar “lejos de Jerusalén”?
“Y bendijo el pueblo á todos los varones que voluntariamente se ofrecieron á morar en Jerusalén.” Algunos fueron escogidas por echar suertes, pero otros se ofrecieron a morar en Jerusalén sin ninguna obligación, y el pueblo se dio cuenta que ellos iban a recibir la mayor bendición.
“Todos los hijos de Fares que moraron en Jerusalén fueron cuatrocientos sesenta y ocho hombres fuertes...” 468 hombres fuertes moraron en Jerusalén. Pero los que fueron llevados cautivos eran 10,000 hombres valientes. “Y llevó en cautiverio á toda Jerusalén y á todos los hombres valientes, hasta diez mil cautivos.” 2 Reyes 24:14 ¿Qué tenemos aquí? ¡Tantos valientes que fueron llevados cautivos y tan poquitos que se encontraban ahora para morar y proteger a Jerusalén! Seguro que había sido ya como 200 años desde que fueron cautivos. ¿Pero no podemos ver que es así entre los hermanos congregados al nombre del Señor? Si uno dice “yo no voy allá pues no hay don, no hay actividades, no hay ejercicio” es muy posible que tengamos que confesar con vergüenza que es cierto. Los hombres fuertes están en otros sitios, y nos encontramos muy débiles.
Al lado positivo vemos que había más que se dedicaban al servicio de la casa de Dios. “Seraías hijo de Hilcías, hijo de Mesulam, hijo de Sadoc, hijo de Meraiot, hijo de Ahitob, príncipe de la casa de Dios, y sus hermanos, los que hacían la obra de la casa, ochocientos veintidós.” Hay que considerar otra amonestación, por favor, mis hermanos calladitos que nunca abren sus bocas en la asamblea. La adoración no tiene que ver con fuerza ni don. Cada creyente es sacerdote según 1 Pedro 2:5 “Vosotros también, como piedras vivas, son edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo.” Me hace recordar de las palabras de Jehová a través de Hageo “Subid al monte, y traed madera, y reedificad la casa; y pondré en ella mi voluntad, y seré glorificado, ha dicho Jehová.” Hageo 1:8 ¿No vale la pena honrarle a él, a pesar de toda la debilidad? ¿No vale la pena arriesgar y abrir la boca en adoración al que nos amó con tanto amor? Yo creo que si.
3 octubre de 2021