“Entonces el rey Darío dio la orden de buscar en la casa de los archivos… Y fue hallado… un libro en el cual estaba escrito así: Memoria: En el año primero del rey Ciro, el mismo rey Ciro dio orden acerca de la casa de Dios, la cual estaba en Jerusalén, para que fuese la casa reedificada como lugar para ofrecer sacrificios…”
Hace poco notamos como los enemigos de los judíos intentaron de nuevo parar la obra de construcción del templo, recién vuelto a continuar bajo la profecía fiel de Hageo y Zacarias. No solo no lograron parar la obra de nuevo, sino el mandamiento salió del rey Darío para ayudar económicamente a los judíos con su trabajo. “Y por mí es dada orden de lo que habéis de hacer con esos ancianos de los judíos, para reedificar esa casa de Dios; que de la hacienda del rey, que tiene del tributo del otro lado del río, sean dados puntualmente a esos varones los gastos, para que no cese la obra.” Tales eran los frutos de la humildad mostrado por los lideres Zorobabel y Jesúa, quienes se animaban a trabajar sin el permiso del rey, sabiendo que su autoridad venia de veras del “Dios del cielo y de la tierra” del cual ellos eran los siervos.
El Dios soberano estaba trabajando a su favor, influyendo los pensamientos del rey. “Como los repartimientos de las aguas, así está el corazón del rey en la mano de Jehová; a todo lo que quiere lo inclina.” Proverbios 21:1 Así nosotros damos gracias a Dios cuando hay la posibilidad en los países donde nos encontramos para libertad de culto. Aquí en los Estados Unidos hay muchos, aun creyentes, que quieren acreditar la libertad de culto a los soldados que han luchado por nuestras libertades. Pero de verdad lo que debemos hacer es dar las gracias a Dios, a quien debemos todo, y no a los hombres. Nota la secuencia en este versículo “Edificaron, pues, y terminaron, por orden del Dios de Israel, y por mandato de Ciro, de Darío, y de Artajerjes rey de Persia.” Quizás estos judíos se sentían agradecidos a Darío por haberles otorgado tal protección. “Y el Dios que hizo habitar allí su nombre... Yo Darío puse el decreto: sea hecho prestamente.” Pero reconocían quien en verdad había trabajado a su favor. “Y celebraron con regocijo la fiesta solemne de los panes sin levadura siete días, por cuanto Jehová los había alegrado, y había vuelto el corazón del rey de Asiria hacia ellos, para fortalecer sus manos en la obra de la casa de Dios, del Dios de Israel.”
En cuatro años terminaron la obra de la casa de Dios. No se puede decir que era una obra perfecta. Hemos notado antes como Hageo, en la palabra de Jehová, se les dijo “Subid al monte, y traed madera, y reedificad la casa…” dándonos a entender que a pesar de la ayuda económica del rey Darío, esta casa era una débil sombra comparado con el templo de Salomón. Se nota también que ahora tenían, no un altar hecho de doce piedras como antes, sino “y doce machos cabríos en expiación por todo Israel, conforme al número de las tribus de Israel.” Ellos eran nada mas un pequeño remanente, y en verdad casi no había representante de las otras tribus menos Judá y Benjamín (sabemos que Ana, de la tribu de Aser, estaba presente en los tiempos del nacimiento del Señor Jesús, así que había unos cuantos de las otras tribus. Eso, posiblemente, tenía sus raíces en la fidelidad del rey de Juda, Ezequías, en su celebración de la pascua. “algunos hombres de Aser, de Manasés y de Zabulón se humillaron y vinieron a Jerusalén.” 2 Crónicas 30:11) Pero en el sacrificio de expiación por el pecado, se representa todas las tribus de Israel. ¿Por qué el sacrificio por el pecado? Pues, es tan obvio la interpretación, pienso yo. Como habían confesado su triste historia a los paganos Samaritanos, ahora lo confiesan delante de su Dios en la ofrenda por el pecado.
Así nosotros, querido hermanos, confesamos que somos débiles y a veces no todo está según el orden de Dios. Pero tenemos un solo pan en la mesa, que representa dos cosas. En su estado no quebrado, representa la verdad que hay un solo cuerpo. “El pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo? Siendo uno solo el pan, nosotros, con ser muchos, somos un cuerpo; pues todos participamos de aquel mismo pan.” 1 Corintios 10:16-17. Después de ser partido, representa la muerte expiatoria del Señor Jesucristo. “y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí.” 1 Corintios 11:24. No pretendemos nosotros que somos el cuerpo. Somos más bien muy pequeño número de creyentes débiles que queremos confesar que “hay un cuerpo” y dentro de la ruina cristiana, queremos “guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz” según Efesios 4:3
2 mayo de 2021