MEDITACIONES

de     P. F.

La imposibilidad del “libre albedrio.”  *

Juan 6:26–48*

Jesús, el pan de vida

“(6:26) Respondióles Jesús, y dijo; De cierto, de cierto os digo, que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os hartasteis.  (6:27) Trabajad no por la comida que perece, mas por la comida que á vida eterna permanece, la cual el Hijo del hombre os dará: porque á éste señaló el Padre, que es Dios.  (6:28) Y dijéronle: ¿Qué haremos para que obremos las obras de Dios?  (6:29) Respondió Jesús, y díjoles: Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado.  (6:30) Dijéronle entonces: ¿Qué señal pues haces tú, para que veamos, y te creamos? ¿Qué obras?  (6:31) Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Pan del cielo les dió á comer.  (6:32) Y Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: No os dió Moisés pan del cielo; mas mi Padre os da el verdadero pan del cielo.  (6:33) Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo.  (6:34) Y dijéronle: Señor, danos siempre este pan.  (6:35) Y Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida: el que á mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás.  (6:36) Mas os he dicho, que aunque me habéis visto, no creéis.  (6:37) Todo lo que el Padre me da, vendrá á mí; y al que á mí viene, no le hecho fuera.  (6:38) Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, mas la voluntad del que me envió.  (6:39) Y esta es la voluntad del que me envió, del Padre: Que todo lo que me diere, no pierda de ello, sino que lo resucite en el día postrero.  (6:40) Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna: y yo le resucitaré en el día postrero.  (6:41) Murmuraban entonces de él los Judíos, porque había dicho: Yo soy el pan que descendí del cielo.  (6:42) Y decían: ¿No es éste Jesús, el hijo de José, cuyo padre y madre nosotros conocemos? ¿cómo, pues, dice éste: Del cielo he descendido?  (6:43) Y Jesús respondió, y díjoles: No murmuréis entre vosotros.  (6:44) Ninguno puede venir á mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero.  (6:45) Escrito está en los profetas: Y serán todos enseñados de Dios. Así que, todo aquel que oyó del Padre, y aprendió, viene á mí.  (6:46) No que alguno haya visto al Padre, sino aquel que vino de Dios, éste ha visto al Padre.  (6:47) De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna.  

Cristo, el pan vivo

(6:48) Yo soy el pan de vida”.  Juan 6:26-48


Volvemos a meditar un poco la pregunta acerca del dicho que hay “libre albedrio” o sea, que el hombre puede aceptar o rechazar el evangelio a su gusto.  Como vemos claramente en este capítulo 6 de Juan, no es así.  Empezamos con las palabras claras de Jesús en el verso 44 “Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere”.  No vendríamos nosotros tampoco.  No es simplemente los judíos de aquel tiempo que buscaron a Jesús pues les gustó la comida gratis que les había dado el día anterior.  Ellos, imagino avergonzados que Jesús entendía perfectamente bien porque habían venido a buscarle, respondieron con una pregunta aparentemente sincera.  “Entonces le dijeron: ¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios? Respondió Jesús y les dijo: Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado”.

Esta respuesta se puede entender como la responsabilidad del hombre de creer para ser salvo, en vez de “hacer” como dijeron ellos, pues buscaban alguna solución práctica para merecer la comida dada, una comida gratis que les hacía recordar del mana, el pan que descendía del cielo todos los años en el desierto.  Seguramente es cierto que el hombre no puede “hacer”.  Pero también es cierto que para que el hombre crea, se necesita la obra de Dios en su corazón.

El capítulo 6 de Juan ésta repleto con esta verdad.  Para mí, la clave de la reconciliación de la soberanía de Dios y la responsabilidad de los hombres se encuentra en el verso 37; “Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera”.  El que dice “no puedo venir porque no soy predestinado así” ignora la gloriosa verdad “al que a mí viene, no le echo fuera”.  El que piensa que era por su virtud o inteligencia de escoger bien tiene que aprender que era un regalo del Padre al Hijo.

Hubo reformadores que se equivocaron en ambos lados de esta pregunta.  Calvino enseñaba que cada uno es predestinado o para el cielo o para el infierno.  Pero no hay apoyo en la escritura para enseñar que el hombre es predestinado para el infierno.  Más bien, es hombre se prepara a sí mismo para su juicio a través de sus malas obras, sus pecados contra Dios y contra su prójimo.  Isaías 50 nos enseña semejante cosa.  “Así dijo Jehová: ¿Qué es de la carta de repudio de vuestra madre, con la cual yo la repudié? ¿O quiénes son mis acreedores, a quienes yo os he vendido? He aquí que por vuestras maldades sois vendidos, y por vuestras rebeliones fue repudiada vuestra madre. ¿Por qué cuando vine, no hallé a nadie, y cuando llamé, nadie respondió”?  Bajo la profecía de Isaías, el pueblo acusaba a Jehová de haber sido injusto, juzgándoles en vez de librarles como tantas veces había hecho antes.  Pero tenían que aprender que fueron sus propias maldades que forzaron a Jehová dejarles a las bondades crueles de sus enemigos.

Al creyente la verdad de Efesios 1 da mucha paz y confianza al alma, y nos saca la alabanza.  “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad”.  ¿Cómo me puedo perder, si Cristo me escogió, y Dios me predestinó para ser su hijo por medio de Jesucristo?  Al inconverso predicamos el evangelio con la confianza de la verdad de Juan 6:37 “Al que a mi viene, no le echo fuera”.  Dios es soberano, y el hombre es responsable.  No luchemos con la verdad de la Biblia.  “Pero me dirás: ¿Por qué, pues, inculpa? porque ¿quién ha resistido a su voluntad? Mas antes, oh hombre, ¿quién eres tú, para que alterques con Dios? ¿Dirá el vaso de barro al que lo formó: ¿Por qué me has hecho así? ¿O no tiene potestad el alfarero sobre el barro, para hacer de la misma masa un vaso para honra y otro para deshonra? ¿Y qué, si Dios, queriendo mostrar su ira y hacer notorio su poder, soportó con mucha paciencia los vasos de ira preparados para destrucción, y para hacer notorias las riquezas de su gloria, las mostró para con los vasos de misericordia que él preparó de antemano para gloria, a los cuales también ha llamado, esto es, a nosotros, no sólo de los judíos, sino también de los gentiles”? Romanos 9:19-24  Si somos vasos de misericordia, es por la obra de Dios.  Los vasos de ira se prepararon a sí mismo para la destrucción por sus malas obras.

Continuamos la semana que viene, estudiando sobre el tema de la oración, Dios mediante.

FELIPE FOURNIER
12 marzo de 2017