(43:26) Y vino José á casa, y ellos le trajeron el presente que tenían en su mano dentro de casa, é inclináronse á él hasta tierra. (43:27) Entonces les preguntó él cómo estaban, y dijo: ¿Vuestro padre, el anciano que dijisteis, lo pasa bien? ¿vive todavía? (43:28) Y ellos respondieron: Bien va á tu siervo nuestro padre; aun vive. Y se inclinaron, é hicieron reverencia. (43:29) Y alzando él sus ojos vió á Benjamín su hermano, hijo de su madre, y dijo: ¿Es éste vuestro hermano menor, de quien me hablasteis? Y dijo: Dios tenga misericordia de ti, hijo mío. (43:30) Entonces José se apresuró, porque se conmovieron sus entrañas á causa de su hermano, y procuró donde llorar: y entróse en su cámara, y lloró allí.
(43:31) Y lavó su rostro, y salió fuera, y reprimióse, y dijo: Poned pan. (43:32) Y pusieron para él aparte, y separadamente para ellos, y aparte para los Egipcios que con él comían: porque los Egipcios no pueden comer pan con los Hebreos, lo cual es abominación á los Egipcios. (43:33) Y sentáronse delante de él, el mayor conforme á su mayoría, y el menor conforme á su menoría; y estaban aquellos hombres atónitos mirándose el uno al otro. (43:34) Y él tomó viandas de delante de sí para ellos; mas la porción de Benjamín era cinco veces como cualquiera de las de ellos. Y bebieron, y alegráronse con él”. (Génesis 43:16-34)
“Y vio José a Benjamín con ellos, y dijo al mayordomo de su casa: Lleva a casa a esos hombres, y degüella una res y prepárala, pues estos hombres comerán conmigo al mediodía. E hizo el hombre como José dijo, y llevó a los hombres a casa de José”.
Los hermanos habían llegado a Egipto con temor y temblor. Aunque obedecieron al “señor de la tierra” trayendo su hermano menor, para nada tenían confianza que les iba a tratar bien. ¿Comer con él? La vez pasada habían pasado tres días encarcelados, acusados de ser espías. Y ahora, el señor les está mostrando una bondad totalmente inesperada, y por su lado no podían creer que tenía buenas intenciones para con ellos. Así el hombre con su conciencia delante de Dios siempre está en miedo, no creyendo que Dios es amor, sino pensando que Dios le busca para juzgarle. Pensamos de la historia muchos años después cuando Mefi-boset, nieto de Saúl, no podía creer que David le buscaba con fin de mostrarle bondad. Vea 2 Samuel 9 para leer la historia tan bella.
Los hermanos empezaron a hablarle al mayordomo con sus explicaciones del misterio de su dinero devuelto, algo que no concordaba con sus creencias acerca del gobernador desconocido que se mostraba tan difícil la vez pasada. Parece que este mismo mayordomo había aprendido del Dios verdadero de la boca de José, pues, escuche su respuesta. “Él les respondió: Paz a vosotros, no temáis; vuestro Dios y el Dios de vuestro padre os dio el tesoro en vuestros costales; yo recibí vuestro dinero”. ¡No temáis! ¡Bellas palabras de vida para estos hombres! Faltaba todavía su arrepentimiento completo pero allí va.
Vemos como José quiso en aquel momento revelarse a sus hermanos pero se controlaba, pues tenía que saber si habían arrepentido por completo. Pero no podía contener sus lágrimas en secreto. “Ellos le trajeron el presente que tenían en su mano dentro de la casa, y se inclinaron ante él hasta la tierra. Entonces les preguntó José cómo estaban, y dijo: ¿Vuestro padre, el anciano que dijisteis, lo pasa bien? ¿Vive todavía? Y ellos respondieron: Bien va a tu siervo nuestro padre; aún vive. Y se inclinaron, e hicieron reverencia. Y alzando José sus ojos vio a Benjamín su hermano, hijo de su madre, y dijo: ¿Es éste vuestro hermano menor, de quien me hablasteis? Y dijo: Dios tenga misericordia de ti, hijo mío. Entonces José se apresuró, porque se conmovieron sus entrañas a causa de su hermano, y buscó dónde llorar; y entró en su cámara, y lloró allí”. Hay que tener en cuenta que han pasado 22 años que José no había visto a Benjamín. Era un niño de ocho años cuando José fue vendido como esclavo. Ya un hombre de 30 años, con diez niños propios, indudablemente era muy diferente del niño que José había amado fervientemente. Imagino que los hermanos dudaban de sus palabras de salutación a su hermano menor “Dios tenga misericordia de ti, hijo mío”.
Tantos años que José estaba esclavizado, acusado falsamente, encarcelado y maltratado pero de sus lágrimas no se habla hasta ver sus tratos con sus hermanos. Así el Señor Jesús lloraba sobre la ciudad de Jerusalén. “Y cómo llegó cerca viendo la ciudad, lloró sobre ella, diciendo: ¡Oh si también tú conocieses, á lo menos en este tu día, lo que toca á tu paz! más ahora está encubierto de tus ojos”. Lucas 19:41-42 El hombre cree que Dios es un hombre duro; pero no lo vemos así en la escritura. El hermano Ramón Alarcón acostumbraba decir “El hombre tiene mal concepto de Dios”.
Pero las palabras extrañas de José a Benjamin no eran la única cosa rara que los hermanos iban a ver aquel tarde. “Y se sentaron delante de él, el mayor conforme a su primogenitura, y el menor conforme a su menor edad; y estaban aquellos hombres atónitos mirándose el uno al otro”. ¿Cómo puede saber este hombre nuestros edades?, indudablemente se decían, mirándose los unos a los otros. Se sentían como desnudos, revelados en su presencia, como que no podían esconderle nada. Así el hombre tiene que aprender también, que de Dios nada es posible esconder.
Pero por fin José hace algo que fue contado para despertar su conciencia y probarles si habían arrepentido. A Benjamín le daba cinco veces más que a los demás. “… la porción de Benjamín era cinco veces mayor que cualquiera de las de ellos. Y bebieron, y se alegraron con él”. Al momento no aparece los celos y envidia que ellos habían tenido hace tantos años para con José; pero José tenía una prueba más para estar seguro que habían arrepentido. Eso vamos a ver Dios mediante la semana que viene.
5 octubre de 2014