Amuncío del nacimiento de Isaac
(18:9) Y le dijeron: ¿Dónde está Sara tu mujer? Y él respondió: Aquí en la tienda. (18:10) Entonces dijo: De cierto volveré á ti según el tiempo de la vida, y he aquí, tendrá un hijo Sara tu mujer. Y Sara escuchaba á la puerta de la tienda, que estaba detrás de él. (18:11) Y Abraham y Sara eran viejos, entrados en días: á Sara había cesado ya la costumbre de las mujeres. (18:12) Rióse, pues, Sara entre sí, diciendo: ¿Después que he envejecido tendré deleite, siendo también mi señor ya viejo? (18:13) Entonces Jehová dijo á Abraham: ¿Por qué se ha reído Sara diciendo: Será cierto que he de parir siendo ya vieja? (18:14) ¿Hay para Dios alguna cosa difícil? Al tiempo señalado volveré á ti, según el tiempo de la vida, y Sara tendrá un hijo. (18:15) Entonces Sara negó diciendo: No me reí; porque tuve miedo. Y él dijo: No es así, sino que te has reído.
Abrahám intercede por los justos
(18:23) Y acercóse Abraham y dijo: ¿Destruirás también al justo con el impío? (18:24) Quizá hay cincuenta justos dentro de la ciudad: ¿destruirás también y no perdonarás al lugar por cincuenta justos que estén dentro de él? (18:25) Lejos de ti el hacer tal, que hagas morir al justo con el impío y que sea el justo tratado como el impío; nunca tal hagas. El juez de toda la tierra, ¿no ha de hacer lo que es justo? (18:26) Entonces respondió Jehová: Si hallare en Sodoma cincuenta justos dentro de la ciudad, perdonaré á todo este lugar por amor de ellos. (18:27) Y Abraham replicó y dijo: He aquí ahora que he comenzado á hablar á mi Señor, aunque soy polvo y ceniza: (18:28) Quizá faltarán de cincuenta justos cinco: ¿destruirás por aquellos cinco toda la ciudad? Y dijo: No la destruiré, si hallare allí cuarenta y cinco. (18:29) Y volvió á hablarle, y dijo: Quizá se hallarán allí cuarenta. Y respondió: No lo haré por amor de los cuarenta. (18:30) Y dijo: No se enoje ahora mi Señor, si hablare: quizá se hallarán allí treinta. Y respondió: No lo haré si hallare allí treinta. (18:31) Y dijo: He aquí ahora que he emprendido el hablar á mi Señor: quizá se hallarán allí veinte. No la destruiré, respondió, por amor de los veinte. (18:32) Y volvió á decir: No se enoje ahora mi Señor, si hablare solamente una vez: quizá se hallarán allí diez. No la destruiré, respondió, por amor de los diez. (18:33) Y fuése Jehová, luego que acabó de hablar á Abraham: y Abraham se volvió á su lugar”. (Génesis 18:1-33)
“No olvidéis la hospitalidad, porque por ésta algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles”. Hebreos 13:2 El ejemplo más notable en las escrituras que yo sepa está en el capítulo que hoy nos toca. Es una escena demasiado conmovedora, pensando como Abraham, sin conocer a los extranjeros que llegaron a su casa, tenía la gran bendición de poder hospedar al mismo Jehová y dos ángeles. A veces he reflexionado sobre la forma que tomaron para así parecer a Abraham, y en qué momento él se dio cuenta quienes eran. No se las respuestas a estas preguntas, pero veo que lo que hizo Abraham era algo que hacía de costumbre, no algo que se le ocurrió hacer en aquel momento.
“Después le apareció Jehová en el encinar de Mamre, estando él sentado a la puerta de su tienda en el calor del día. Y alzó sus ojos y miró, y he aquí tres varones que estaban junto a él; y cuando los vio, salió corriendo de la puerta de su tienda a recibirlos, y se postró en tierra, y dijo: Señor, si ahora he hallado gracia en tus ojos, te ruego que no pases de tu siervo. Que se traiga ahora un poco de agua, y lavad vuestros pies; y recostaos debajo de un árbol, y traeré un bocado de pan, y sustentad vuestro corazón ...”. Dijo Abraham que iba a traer un bocado de pan, pero en verdad les preparó una fiesta con abundancia de comida buena.
Yo mismo he disfrutado este tipo de hospitalidad en muchos lugares donde he visitado, y me parece que estos tiempos son para nosotros una anticipación de lo que vamos a experimentar en el cielo. Me acuerdo caminando sobre las calles de Rio San Juan, Republica Dominicana, y pasando la casa de un hermano, se escucha de adentro de la casa “Llegas a buen tiempo”. Esto señala que entremos en la casa para disfrutar “un bocado de pan” que normalmente llegaba a ser mucho más que yo podía comer. Pero la comunión de los santos es algo maravilloso que no creo que el mundo conoce. Si, tienen sus amistades y fiestas que llega siendo cierto tipo de comunión, pero no es lo que nosotros como los hijos de Dios pueden tener “a los pies de Jesucristo”. A todos ustedes que me han hospedado en sus casas, incluso en México, la RD, Perú, Venezuela, Colombia, Ecuador, Chile, Argentina, y cuantos más lugares que estoy olvidando, les doy las gracias otra vez.
“Y le dijeron: ¿Dónde está Sara tu mujer? Y él respondió: Aquí en la tienda”. Así vemos cierto orden de Dios de la señora de la casa haciendo su trabajo en la casa. Desgraciadamente, vivimos en tiempos que no son ordenados y vemos a muchas esposas obligadas de trabajar fuera de la casa por la necesidad. Yo no condeno a tales personas, reconociendo que el día es malo y el mundo en que vivimos es desordenado.
En este momento seguro que Abraham, si no sabía antes, ahora se da cuenta de quién es que le ha visitado. “De cierto volveré a ti; y según el tiempo de la vida, he aquí que Sara tu mujer tendrá un hijo”. Era la promesa que había tardado ya tantos años. Leemos en el capítulo 17 que Ismael ya tenía 13 años. Pero Dios es fiel a su promesa, y el hombre de 99 años, y su esposa de 89 años, iban a tener el hijo prometido. Para Sara la idea era ya ridícula. “Se rió, pues, Sara entre sí, diciendo: ¿Después que he envejecido tendré deleite, siendo también mi señor ya viejo”? Pero de todos modos nos dice en Hebreos 11 “Por la fe también la misma Sara, siendo estéril, recibió fuerza para concebir simiente; y parió aun fuera del tiempo de la edad, porque creyó ser fiel el que lo había prometido”. Hebreos 11:11 Así a pesar de las carcajadas en este tiempo, había en Sara la fe de creer la palabra de Jehová y concebir.
Es notable también que en el libro a los Hebreos, no hay cualquier mención de las dudas y risas de ambos Abraham y Sara sino nada más la mención de su fe. Cuando nace aquel hijo prometido, vemos las palabras de Sara; “Entonces dijo Sara: Dios me ha hecho reír, y cualquiera que lo oyere, se reirá conmigo. Y añadió: ¿Quién dijera a Abraham que Sara habría de dar de mamar a hijos? Pues le he dado un hijo en su vejez”. Génesis 21:6-7 Ya era la risa de gozo, así Sara condenando a si mismo por haber reído antes en incredulidad, y a la vez dando gloria a Dios por su bondad y misericordia.
Vale la pena considerar más tranquilamente la intercesión de Abraham para la ciudad de Sodoma la semana que viene, si Dios permite.
24 noviembre de 2013