(45:25) Y subieron de Egipto, y llegaron á la tierra de Canaán á Jacob su padre. (45:26) Y diéronle las nuevas, diciendo: José vive aún; y él es señor en toda la tierra de Egipto. Y su corazón se desmayó; pues no los creía. (45:27) Y ellos le contaron todas las palabras de José, que él les había hablado; y viendo él los carros que José enviaba para llevarlo, el espíritu de Jacob su padre revivió. (45:28) Entonces dijo Israel: Basta; José mi hijo vive todavía: iré, y le veré antes que yo muera”. (Génesis 45:16-28)
“Entonces dijo Israel: Basta; José mi hijo vive todavía: iré, y le veré antes que yo muera”. Gen 45:28
“Entonces su padre Jacob les dijo: Me habéis privado de mis hijos; José no parece, ni Simeón tampoco, y a Benjamín le llevaréis; contra mí son todas estas cosas”. Génesis 42:36
“Y sabemos que á los que á Dios aman, todas las cosas les ayudan á bien, es á saber, á los que conforme al propósito son llamados”. Romanos 8:28
Esta palabra sencilla “basta” revela un gran cambio en la vida de Jacob. No es por nada que en vez de llamarle en este momento “Jacob”, su nombre de la naturaleza, usa su nombre como renombrado por Jehová, “Israel”. Hace poco Jacob había pensado que las cosas que sucedían a sus hijos mayores, los diez hermanos, habían sido la mala suerte. “Contra mí son todas estas cosas” no son las palabras de un hombre de fe, pues “... Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas”? Romanos 8:31-32
Al viejo hombre Jacob, faltaba en su vocabulario las palabras “suficiente” o “ya basta”. Nunca era suficiente. Jacob había luchado todos los días de su vida para tener más y más. Con Labán había trabajado día y noche. “De día me consumía el calor, y de noche la helada, y el sueño huía de mis ojos”. Génesis 31:40 Había logrado lo que buscaba que era mucha riqueza, pero había pagado bien caro por su ganancia, siendo negligente de sus hijos que crecieron egoístas, orgullosos y enviadizos. Su vida no había sido una vida feliz pues no caminaba por fe, sino siempre por la vista de sus ojos y por su sabiduría humana. Pero en este punto dejamos atrás al viejo hombre Jacob, y vemos ahora el hombre que puede decir con toda honestidad “basta”. Ya no iba a buscar los bienes de este mundo, satisfecho que Dios haya hecho todo por él. “José mi hijo vive todavía: iré, y le veré antes que yo muera”. En el prototipo, es el Señor Jesús resucitado.
Faraón había declarado “no os preocupéis por vuestros enseres, porque la riqueza de la tierra de Egipto será vuestra”. Israel por fe creía estas palabras y la esperanza de ver otra vez a la cara de José le animaba para dejar atrás su avaricia antigua. José, el hijo tan amado, ya exaltado era más que capaz de proveer por todos sus necesidades.
A veces cantamos un himno en inglés, que a lo mejor también existe en español “Jesús, tu eres suficiente, la mente y corazón de llenar”. ¿Son puras palabras que cantamos, o podemos de verdad decir como Israel “basta”? No es que no tenemos necesidades en este mundo. Si las tenemos. Es más bien una actitud de alma que por fe agarra la promesa de Romanos 8:32 “no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas”?
De aquí para adelante ya no vamos a ver el viejo Jacob. Veremos, Dios mediante, Jacob mostrando una inteligencia espiritual que sobrepasa el entendimiento aun de José su hijo. “Y dijo José a su padre: No así, padre mío, porque éste es el primogénito; pon tu mano derecha sobre su cabeza. Mas su padre no quiso, y dijo: Lo sé, hijo mío, lo sé; también él vendrá a ser un pueblo, y será también engrandecido; pero su hermano menor será más grande que él, y su descendencia formará multitud de naciones”. Por este hombre quien hemos visto como un hombre para nada agradable o amistoso en tiempos pasados, veremos los egipcios llorando por su muerte. Nadie hubiera llorado por el Jacob viejo, pues era un hombre que vivía siempre buscando lo suyo, el tipo de hombre egoísta que no levanta sentimientos en otros. Pero la vida de fe hizo del viejo Jacob el nuevo hombre Israel.
“Por la fe Jacob, al morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyado sobre el extremo de su bordón”. Hebreos 11:21
¡Que no seamos como Jacob, así esperando hasta la vejez para caminar por fe con Dios! Podemos decir, “mejor tarde que nunca” pero fuera mejor ser como el niño Samuel, que aprendió conocer a Dios como un niño y así caminar en esta senda todos los días de su vida.
9 noviembre de 2014