“Y vio Dios lo que hicieron, que se convirtieron de su mal camino; y se arrepintió del mal que había dicho que les haría, y no lo hizo. Pero Jonás se apesadumbró en extremo, y se enojó”. ¿Nos parece extraño, que este hombre que hace cuarenta días (más o menos) había sido salvado de una muerte terrible por la mano de Dios estaría en tan poco tiempo enojado tanto para pedir la muerte? Sabemos que el enojo tiene su lugar. El Señor Jesús se enojaba en varias ocasiones. “Entonces, mirándolos alrededor con enojo, entristecido por la dureza de sus corazones, dijo al hombre: Extiende tu mano. Y él la extendió, y la mano le fue restaurada sana”. Marcos 3:5 Pero el enojo de Jonás para nada se puede comparar al enojo de Jesús. El Señor se enojaba porque los líderes religiosos querían hacerle trampa, usando como peón en su juego a un pobre hombre desgraciado con una debilidad grande. Pero el Señor en su misericordia no iba a fallar de ayudar al hombre necesitado por la dureza de los corazones. Así mismo, Dios no iba a cambiar de parecer en su decisión de no destruir a Nínive, aunque Jonás se pusiera bien enojado. Pero el deseo de Dios era cambiar la actitud de Jonás. Quería que Jonás compartiera sus pensamientos de bondad y salvación, aun por los gentiles.
“Y oró a Jehová y dijo: Ahora, oh Jehová, ¿no es esto lo que yo decía estando aún en mi tierra? Por eso me apresuré a huir a Tarsis; porque sabía yo que tú eres Dios clemente y piadoso, tardo en enojarte, y de grande misericordia, y que te arrepientes del mal”. Jonás revela aquí lo que siempre había en su corazón desde que Jehová le había enviado a aquella ciudad. Conociendo Jonás demasiado bien a que Dios servía, hubiera preferido evitar la posibilidad que Jehová, que había mostrado misericordia a Israel, también así seria para con los gentiles. “Sabia yo que tu eres Dios clemente … ”. Podemos decir “O Jonás, tu que conoces a Dios, ¿no quieres que los demás también le conozcan como tu? Pero en verdad, la respuesta hubiera sido “No, no lo quiero para nada”. ¿Qué tal con nosotros? ¿Es nuestro deseo que otros conozcan a un Dios clemente, y de grande misericordia? Ojala que así es, que no seamos como Jonás, agradecido por la misericordia de Dios a nuestros seres queridos pero indiferentes a los demás, muriendo sin Dios y sin misericordia en este mundo.
Pero Dios no solo había hecho una grande obra de arrepentimiento en los habitantes de Nínive. También tenía una obra que hacer en el corazón rebelde de su siervo Jonás. “Ahora pues, oh Jehová, te ruego que me quites la vida; porque mejor me es la muerte que la vida. Y Jehová le dijo: ¿Haces tú bien en enojarte tanto”? ¿Este es el mismo hombre que dijo recién “La salvación es de Jehová”? Si, es el mismo. No somos mejores que Jonás; si somos honestos, confesamos que muchas veces somos igual fluctuantes en nuestros sentimientos. Pero me anima mucho meditar en la respuesta tan suave y bondadosa de Dios a su siervo. “¿Haces tú bien en enojarte tanto”? Casi imagino poder escuchar la voz suave de Dios cayendo en los oídos de Jonás, llamando a su corazón, pero el no quiso escucharlos en este momento.
“Y salió Jonás de la ciudad, y acampó hacia el oriente de la ciudad, y se hizo allí una enramada, y se sentó debajo de ella a la sombra, hasta ver qué acontecería en la ciudad”. Aparentemente Jonás pensaba que por su enojo, Jehová iba a cambiar de parecer, y destruir la ciudad de todos modos. Parece ser una arrogancia demasiado fuerte y para mi, inaguantable. Pero no, Dios no es como nosotros. Dios iba a tratar igualmente con un solo hombre, como había tratado con una ciudad lleno de niños y animales. Dios había preparado antes una tempestad en la mar para amenazar al barco que llevaba a Jonás, y después había preparado un pez grande para tragar a Jonás. Ahora va a preparar algo más por la instrucción de su profeta; una calabacera, un gusano, y un recio viento solano. Pero vamos a esperar una semana más para considerar estas cositas, todos preparados de Dios, y todos con un propósito de instruir a su profeta rebelde y enojado.
11 de marzo de 2012