Disculpe por favor la pérdida de una semana sin escribir un estudio. La semana pasada, el día domingo, me levanté muy temprano para irme a Ensenada México, donde hay una pequeña asamblea de santos congregados al nombre del Señor. Allá partimos pan y meditábamos la palabra, aprovechando la visita también para saludar a un hermano incapacitado, paralizado de la cintura para abajo, Daniel el nieto del hermano R. A. Al regresar hacia nuestras casas, paramos en Tijuana para tomar un cafecito con la familia de M. L. Esta semana he estado en recuperación después de una operación en mi hombro derecho. He sufrido de artritis en mis manos ya más que 20 años pero en los últimos tres años también me atacó en los hombros. Lo de mis manos ha sido soportable a través de una medicina que disminuye la inflamación, pero lo de mis hombres había llegado a un punto que me quitaba el sueño de noche. Me hicieron estudios de radiografía y me dijeron que fuera necesario una operación para limpiar las piezas de los huesos y para repara el daño en la articulación. Eso se hizo el 24 de enero, y me quedo con dolores y poca flexibilidad al momento, pero noté que el cirujano estaba animado cuando me habló justo después que me desperté de la anestesia, como estaba muy satisfecho con su trabajo. Así tengo pensado que es la voluntad del Señor que salgue con mayor uso del brazo derecho.
Es mi deseo escribir algo sobre los profetas minores que se encuentra al fin del antiguo testamento. No pienso hablar tanto de sus profecías, sino más bien de sus personas. Esta semana pienso empezar con el profeta Jonás, pues el viene justo después de Eliseo, profetizando en la época de Jeroboam, hijo de Joás, quien había llorado sobre la faz de Eliseo en su muerte. “El restauró los límites de Israel desde la entrada de Hamat hasta el mar del Arabá, conforme a la palabra de Jehová Dios de Israel, la cual él había hablado por su siervo Jonás hijo de Amitai, profeta que fue de Gat-hefer. Porque Jehová miró la muy amarga aflicción de Israel; que no había siervo ni libre, ni quien diese ayuda a Israel; y Jehová no había determinado raer el nombre de Israel de debajo del cielo; por tanto, los salvó por mano de Jeroboam hijo de Joás”. Vemos en este párrafo que a través de la profecía de Jonás, la nación de Israel fue librado de sus enemigos, aunque en verdad seguían sin arrepentimiento. Fue nada más la misericordia de Jehová, lo que hemos notado una y otra vez durante la vida de Eliseo. Así no tenemos duda del conocimiento de Jonás acerca del carácter del Dios que servía. Lo que hacia falta era que Jonás compartiera los pensamientos de Dios en cuanto todo el mundo. Jonás indudablemente estaba contento que Jehová tuviera misericordia de Israel, el pueblo escogido y sus hermanos en la carne. ¿Pero misericordia hacia los enemigos de Israel? ¿Misericordia hacia los habitantes de Nínive? No, para nada quiso Jonás que tal cosa sucediera.
Así el libro de Jonás tiene mucho mas que ver con la tierna enseñanza de Dios para con su siervo Jonás, que con el pez grande que tragó a Jonás, o la ciudad de Nínive que fue librado del juicio. Es mi deseo ver esta línea de cosa, trazando la historia corta de los días incluidos en este libro de solo cuatro capítulos. No dudo que hay grande lecciones por nosotros, cristianos que viven el en día de la gracia. Nosotros, mucho mas que Jonás hubiera podido, hemos experimentado y visto la grandeza de la misericordia y gracia de Dios, quizás mejor explicado en este versículo de 1 Juan 4:14 “Y nosotros hemos visto y testificamos que el Padre ha enviado al Hijo, el Salvador del mundo.“ ¿Qué sabia Jonás de tal cosa? Nada, pues todo esto era el futuro, pero no debemos olvidar que era el mismo Dios que trabajaba en el corazón de Jonás, quien envió su hijo, el Salvador del mundo.
Leemos en Romanos 8 “Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos”. ¿Y no es esto la obra del Espíritu Santo en cada uno de nosotros, creyentes en el Señor Jesús, durante toda nuestra vida aquí en el mundo? Parte de este proceso es el conformarnos en nuestros pensamientos al mundo perdido. Jonás quiso que Nínive pereciera, pues eran los enemigos de Israel. A el, no le preocupaba nada los animales o los niños de la ciudad, pero a Jehová, si. Por eso Jonás trató de hacer su fuga de la presencia de Jehová. En la ternura de Dios, poco a poco él va entendiendo el carácter de Dios para con los marineros paganos, los niños, animales, y adultos en la ciudad de Nínive, y para con el mismo. Y así todos nosotros estamos en la escuela de Dios, aprendiendo poco a poco lo mismo que el profeta Jonás. Vamos a maravillar a la paciencia de Dios para con Jonás, pero no menos maravillo yo a la paciencia de Dios para conmigo.
Quiero recomendar la lectura del libro de Jonás en su totalidad, los cuatro capítulos. No toma mucho tiempo y así la historia quedaría mas clara en su mente entre tanto que pasemos por el estudio de este libro tan interesante y pertinente a la vida nuestra, cristianos en el día de la gracia.
28 de enero de 2012